Pero ésta es la hora de ustedes, la hora del poder de las tinieblas. Lucas 22:53
Jesús le advirtió a sus discípulos que era necesario que Él sufriera mucho y fuera desechado (Marcos 8:31). Los fariseos y escribas creían que Jesús era un falso profeta y un quebrantador de la ley, las tradiciones de los ancianos y el Sábado. Por otro lado había enfurecido a los principales sacerdotes trastornando los puestos de los vendedores en el templo. Tenían tanto miedo y envidia de su popularidad que Caifás declaró que convenía que un hombre muriera por el pueblo, y no que toda la nación pereciera. Con esas palabras acordaron matarlo. Pero Jesús aclaró que nadie le quitaba la vida, sino que Él la daba de su propia cuenta (Juan 10:18). La noche que lo arrestaron no se defendió ni se resistió a pesar de poder pedir el refuerzo divino de más de 72,000 ángeles. Se sometió voluntariamente a hombres pecadores. Experimentó la gama completa de la maldad del ser humano y el dolor que causa. En Cristo Satanás descargó toda su animosidad hacia Dios. Los lideres religiosos planearon su muerte y uno de sus discípulos les ayudó. Lo traicionó y lo vendió por el precio de un esclavo. En los momentos más difíciles queremos que aquellos que están mas cercanos a nosotros nos acompañen. Jesús no tuvo tal lujo. Todos sus discípulos, sus compañeros de tres años, a quienes acababa de llamar “amigos” salieron corriendo cuando lo arrestaron. Jesús murió rodeado por extraños. En el jardín sufrió tan gran angustia que comenzó a sudar sangre. Fue victima del corrupto sistema legal. Lo acusaron injustamente, sin pruebas y con testigos falsos. Lo trataron como un criminal. Experimentó la violencia brutal producto del odio y desprecio. Se familiarizó con el abuso físico. Le golpearon la cara hasta que lo deformaron y con un palo le golpearon la cabeza. Destrozaron sus espaldas con látigos y clavaron sus manos y sus pies a una cruz. Sintió la debilidad y fragilidad del cuerpo y sus límites. Lo humillaron públicamente. En presencia del sumo sacerdote los guardias se burlaron de Él haciéndole sentir el rechazo. Los soldados romanos lo escupieron y se burlaron de Él postrándose como quien se postra delante de un rey pero con sarcasmo e ironía. Una vez en la cruz, sacerdotes, soldados y hasta un criminal lo insultaban y desafiaban a que bajara de la cruz. Sufrió agonía por horas. Murió como un criminal, en vergüenza e impotencia. Jesús soportó la hora de las tinieblas, el momento en el que todo lo que puede salir mal, sale mal. Cuando sientes que tus oraciones no son escuchadas y te sientes abandonado por Dios y los tuyos. La temporada en la que experimentas dolor, pérdidas, sueños frustrados y vacío. El momento en el que Satanás parece estar ganando y te sientes impotente. Pero fue en la hora de las tinieblas que la Luz del mundo brillo más: perdonó a los que lo torturaban, le dio esperanza a un hombre que solo esperaba la muerte y fue fiel a su propósito. Jesús no oro para que el Padre lo salvara de esta hora sino que a través de ella lo glorificó haciendo Su voluntad. Señor Jesús... Tu experimentaste, con toda la furia, el odio y violencia del ser humano. Aguantaste la hora de las tinieblas para que pudiéramos disfrutar de la hora de la gloria. Te pido que cuando llegue a mi vida ese momento yo pueda seguir tu ejemplo. Oro al Padre en tu nombre. Amén. De: Cerca del Maestro: Caminando 40 días con Jesús.
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AuthorBienvenidos al blog pastoral. Espero que sea de bendición para tu vida. Archives
Enero 2021
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